El yin yoga es una práctica que ha ganado cada vez más popularidad en el ámbito del yoga debido a sus beneficios únicos y su enfoque tranquilo y pasivo. Aunque sus raíces se encuentran en la filosofía taoísta, el yin yoga logró convertirse en una herramienta invaluable para aquellos que buscan equilibrio y bienestar en un mundo dominado por el estrés y la prisa.
El yin yoga se distingue por su enfoque en asanas lentas y sostenidas que generalmente se realizan en el suelo. La condición que hace única a esta práctica es el tiempo que deben mantenerse las posturas: entre los 2 y los 5 minutos, a veces incluso más. Esta prolongada permanencia en las asanas permite un estiramiento profundo y un enfoque en la calma tanto de la mente como del cuerpo.
Aun así, pese a su apariencia pasiva, el yin yoga no debe confundirse con una práctica sin esfuerzo. Mantener estas posturas durante largos períodos de tiempo puede ser un verdadero desafío. Sin embargo, es la gravedad la que actúa sobre nuestro cuerpo, permitiendo que los estiramientos lleguen a las capas más profundas del tejido conectivo. Además de los beneficios físicos, esta variante del yoga también trabaja en los canales energéticos de los meridianos, los nervios y el sistema sanguíneo. Si tienes algún conocimiento sobre la medicina tradicional china o la acupuntura, es posible que encuentres resonancia en estos conceptos.
Para comprender completamente el yin yoga, es esencial conocer los dos conceptos fundamentales que subyacen en esta práctica: el yin y el yang. Estos dos principios opuestos son parte integral de la filosofía taoísta y se encuentran en la naturaleza, así como en nuestro propio cuerpo y mente.
El yin representa cualidades como la lentitud, la suavidad, la pasividad y el frío. Se asocia con elementos como el agua, la tierra, la luna, la feminidad y la noche. Por otro lado, el yang encarna características opuestas, como la rapidez, la dureza, la actividad y el calor. Se relaciona con el fuego, el sol, la masculinidad y el día. A pesar de ser opuestos, estos dos conceptos no son excluyentes; más bien, se complementan mutuamente y deben mantenerse en equilibrio y armonía.
Este equilibrio entre el yin y el yang se refleja en la práctica de las asanas en la vertiente del yoga que nos ocupa. Algunas posturas son pasivas y activan el aspecto yin, mientras que otras son más dinámicas y estimulan las cualidades yang. En última instancia, el objetivo es lograr un equilibrio armonioso entre estas dos fuerzas en nuestro cuerpo y mente.
A simple vista, el yin yoga puede parecer una práctica moderna, pero sus raíces se remontan a antiguas tradiciones yóguicas. En concreto, su introducción en Occidente se produjo a finales de la década de 1970 gracias a Paulie Zink, un campeón de artes marciales y profesor de yoga taoísta. Zink fusionó diversas disciplinas, como el Hatha Yoga y el Taoist Yoga, para crear clases de yoga que denominó «Yin y Yang«. Tal combinación de enfoques dio origen al término «Yin Yoga«.
Posteriormente, Paul Grilley, discípulo de Zink, desempeñó un papel fundamental en la evolución de la corriente que nos ocupa al utilizar sus conocimientos en anatomía y medicina china para adaptar la práctica. Grilley se centró en la parte pasiva de la práctica, introduciendo posturas sentadas y acostadas con tiempos de retención más largos. Este enfoque dio forma a lo que conocemos hoy como yin yoga.
Luego, Sarah Powers, una estudiante de Grilley, continuó desarrollando el yin yoga al incorporar su comprensión de los sistemas de meridianos y su enfoque en la respiración. Esta evolución ha contribuido a que el estilo que analizamos sea una práctica profundamente terapéutica que aborda tanto el aspecto físico como el energético de nuestro ser.
En general, la práctica del yin yoga es especialmente beneficiosa para evitar lesiones derivadas de otras disciplinas deportivas. A medida que incrementas tu rango de movilidad, tu cuerpo se vuelve más resistente y flexible, lo que inscribe a esta técnica en el ámbito del yoga para prevenir lesiones durante actividades físicas más intensas.
Es importante destacar que durante la práctica de yin yoga, no se busca sentir «dolor». No obstante, es normal experimentar cierta «incomodidad» al principio, ya que las posturas se mantienen durante largos períodos de tiempo. Esta incomodidad es temporal y disminuirá a medida que tu cuerpo se adapte a la práctica.
Un aspecto interesante de la variante que analizamos es que puede llevar a la liberación de sensaciones, no solo físicas, sino también emocionales. Durante una sesión de Yin, es posible que surjan emociones como la tristeza, la alegría o el alivio. La recomendación es permitir que estas emociones fluyan sin juzgarse a uno mismo. Al finalizar la práctica, es común sentir un profundo alivio, como si se hubieran liberado «cargas» que llevábamos sin darnos cuenta.
El yin yoga ofrece una amplia gama de beneficios que van más allá de la simple mejora de la flexibilidad. Estos beneficios afectan tanto al cuerpo como a la mente, y aquí te presentamos algunos de los más destacados:
En Bikram Yoga Las Rozas ofrecemos instrucción y práctica de diversas opciones alternativas al yoga con calor en el que nos especializamos. Entre estas, encontrarás el yin yoga. Contáctanos y conoce nuestras instalaciones y a nuestros instructores cualificados. Igualmente, te invitamos a elegir entre nuestros diversos planes y a reservar tus sesiones -presenciales u online- mediante la app Mindbody.